* “Para que el hombre no perdiese los preciosos
frutos de la práctica de la beneficencia, nuestro
Redentor concibió el plan de hacerle su
colaborador. Dios habría podido salvar a los
pecadores sin la colaboración del hombre; pero
sabía que el hombre no podría ser feliz sin
desempeñar una parte en esta gran obra. Por un
encadenamiento de circunstancias que invitan a
practicar la caridad, otorga al hombre los mejores
medios para cultivar la benevolencia y observar la
costumbre de dar, ya sea a los pobres o para el
adelantamiento de la causa de Dios.”
(EGW, Consejos sobre Mayordomía Cristiana, pg.15)
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