«El
Señor enumera en su Palabra los dones y las gracias que deben poseer
indispensablemente todos los que se relacionan con su obra. No nos enseña a
desdeñar el conocimiento o a despreciar la educación, porque cuando está bajo
el dominio del amor y el temor de Dios, la cultura intelectual es una
bendición. Sin embargo, no se la presenta como el requisito más importante para
el servicio de Dios. Jesús pasó por alto a los sabios de su tiempo, hombres
educados y de elevada posición, porque eran tan orgullosos y se sentían tan
seguros de su pregonada superioridad, que no podían simpatizar con la humanidad
que sufría, y llegar a ser colaboradores del Hombre de Nazaret… Se pueden
conceder los atributos del carácter de Cristo sólo a los que desconfían de sí
mismos. La más alta educación científica no puede desarrollar por sí misma un
carácter semejante al de Cristo. Los frutos de la verdadera sabiduría proceden
solamente de Cristo.»
E.G.W. Testimonios para los
ministros, pg. 259 - (La negrita es nuestra)
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