"...Pero cuando vino
el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo”.
La Providencia había
dirigido los movimientos de las naciones, así como el flujo y reflujo de
impulsos e influencias de origen humano, a tal punto que el mundo estaba maduro
para la llegada del Libertador…
Entonces vino Jesús a restaurar en el hombre la
imagen de su Hacedor. Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter
que ha sido arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que
habían dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer
según el modelo divino el carácter que
había mancillado, para hermosearlo con su propia gloria.
(Boletín de la Iglesia de Bo. América, del 21-12-13)
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