“Como Supremo Legislador del universo, ha
ordenado leyes no solo para el gobierno de todos los seres vivientes, sino de
todas las operaciones de la naturaleza. Todo, ya sea grande o pequeño, animado
o inanimado, está bajo leyes fijas que no pueden ser desdeñadas. No hay
excepciones a esta regla, pues nada de lo hecho por la mano divina ha sido
olvidado por la mente divina. Sin embargo, al paso que todo lo que hay en la
naturaleza es gobernado por la ley natural, solo
el hombre, como ser inteligente, capaz de entender sus requerimientos, es
responsable ante la ley moral. Solo al hombre, corona de la
creación divina, Dios ha dado una conciencia que comprende las demandas
sagradas de la Ley divina y un corazón capaz de amarla como santa, justa y
buena.Del hombre se requiere pronta y
perfecta obediencia. Sin embargo, Dios no lo obliga a obedecer: queda como ser
moral libre.”
Elena G. de White, Reavivamiento, p. 39.
Elena G. de White, Reavivamiento, p. 39.
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