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REAVIVADOS POR SU PALABRA

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31 ago 2012

El amor al prójimo


“Muchos de los que profesan su nombre han perdido de vista el hecho de que los cristianos deben representar a Cristo. A menos que haya sacrificio personal por el bien de otros en el círculo familiar, en el vecindario, en la iglesia y en dondequiera que podamos, y cualquiera sea nuestra profesión, no somos cristianos. Cristo unió sus intereses con los de la humanidad. Él dice:
“De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8)
El pecado es el mayor de todos los males, y debemos apiadarnos del pecador y ayudarlo. Son muchos los que yerran y sienten su vergüenza y desatino. Tienen hambre de palabras de aliento. Miran sus equivocaciones y errores hasta que casi son arrojados a la desesperación. No debemos descuidar a esas almas. Si somos cristianos, no pasaremos por un costado, manteniéndonos tan lejos como nos sea posible de quienes más necesitan nuestra ayuda. Cuando veamos a un ser humano en angustia, ya sea por la aflicción o por el pecado, nunca diremos: “Esto no me incumbe”.
“Vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre”.  
(Gálatas 6:1).
Por medio de la fe y la oración hagan retroceder al enemigo. Hablen palabras de fe y valor, que serán como bálsamo sanador para el golpeado y herido. Muchos, muchos son los que han desmayado y se han desanimado en la gran lucha de la vida, cuando una palabra de bondadoso estímulo los habría fortalecido para vencer. Nunca debemos pasar junto a un alma que sufre sin tratar de impartirle el consuelo con el cual nosotros somos consolados por Dios.
Todo esto no es sino el cumplimiento del principio de la ley: el principio ilustrado en el relato del buen samaritano y manifestado en la vida de Jesús. Su carácter revela el verdadero significado de la ley, y muestra qué significa amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Y cuando los hijos de  Dios manifiestan misericordia, bondad y amor hacia todos los hombres, también atestiguan del carácter de los estatutos del cielo. Dan testimonio de que “la ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”. Y cualquiera que deja de manifestar este amor viola la ley que profesa reverenciar. Por el espíritu que manifestamos hacia nuestros hermanos declaramos cuál es nuestro espíritu hacia Dios. El amor de Dios en el corazón es la única fuente de amor hacia nuestro prójimo”.
 White, Elena de. El Deseado de Todas las Gentes, p.465

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