El relato de la creación del ser humano trae unido a su
creación las actividades y las responsabilidades
establecidas por el Creador para Adán y
Eva.
Ser mayordomos es innato tan
parte de nuestro ADN como el color de los
ojos o la altura.
Vivir y predicar el evangelio es el centro
del corazón y la vida de un mayordomo.
Es maravillosa la gracia de Dios que pone los
eternos tesoros de sus riquezas espirituales en “vasos de
barro”, que somos nosotros, con nuestra finita y débil
humanidad.
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"...aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo." Tito 2:13